23 de octubre de 2010

Benévolo y omnipotente.

Un par de meses antes, en el curso de una plácida tarde, Chartrand se había topado con el camarlengo. Éste se dio cuenta que era novato, y le invitó a dar un paseo con él. No había hablado de nada en particular, pero el camarlengo consiguió que Chartrand se sintiera enseguida como en casa.
-Padre -dijo Chartrand- ¿me permite una pregunta rara?
El camarlengo sonrió.
-Sólo si puedo darle una respuesta rara.
Chartrand rió.
-He preguntado a todos los sacerdotes que conozco, y aún no lo entiendo.
-¿Qué le inquieta?
Chartrand respiró hondo.
-No entiendo lo de benévolo y omnipotente.
El camarlengo sonrió.
-Ha estado leyendo las Escrituras.
-Lo intento.
-Está confuso porque la Biblia describe a Dios como una deidad benévola y omnipotente.
-Exacto.
-Benévolo y omnipotente significa simplemente que Dios es todopoderoso y bienintencionado.
-Entiendo el concepto. Es que... parece que hay una contradicción.
-Sí. La contradicción es el dolor. Guerras, enfermedades, hambre...
-¡Exacto! -Chartrand sabía que él le comprendía-. Ocurren cosas terribles en este mundo. La tragedia humana parece la prueba de que Dios no puede ser todopoderoso y bienintencionado al mismo tiempo. Si nos ama y cuenta con el poder de cambiar nuestra situación, podría ahorrarnos el dolor, ¿verdad?
El camarlengo frunció el ceño.
-¿Qué quiere decir?
-Bien... Si Dios nos ama, y puede protegernos, debería hacerlo. O es omnipotente e indiferente, o benévolo e incapaz de ayudarnos.
-Tiene hijos, teniente?
-No signore.
-Imagine que tuviera un hijo de ocho años... ¿Le querría?
-Por supuesto.
-¿Haría todo cuanto estuviera en su poder por evitarle el dolor durante toda su vida?
-Seguro.
-¿Le dejaría utilizar un monopatín?
-Supongo. Claro, le dejaría utilizarlo, pero le diría que fuera con cuidado.
-Como padre, ¿le daría un buen consejo básico, para luego dejarle marchar y cometer sus propios errores?
-Sí. No correría detrás de él y lo mimaría, si a eso se refiere.
-Pero, ¿y si se cayera y se pelara la rodilla?
-Aprendería a ser más prudente.
El camarlengo sonrió.
-Por lo tanto, aunque poseyera el poder de intervenir e impedir el dolor de su hijo, preferiría demostrarle su amor dejando que aprendiera por sí mismo, ¿verdad?
-Por supuesto. El dolor es algo inherente a la madurez. Así aprendemos.
-Exacto.

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